Notas de violín, voces que se elevan, una armonía de coro y luego, la gloria. Así inicia Hosanna Filio David, una obra majestuosa del organista brasileño José Joaquim Emérico que es incapaz de dejarnos inmunes. Este canto coral usa los perfectos matices de voces graves y agudas para crear una atmósfera absorbente que conecta al oyente con el respeto, la humildad y la alabanza al Señor.

Como buena pieza breve, dinámica y variada se sostiene de los cruces vocales que hombres y mujeres realizan constantemente. Se puede disfrutar de esta música de iglesia con un gusto genuino puesto que la variación de tonos y timbres contrastan con la energía que transmiten cada una de las santas palabras que recitan.

De esta forma, esta armonía se introduce muy hondo en nuestra mente, exactamente como suelen hacerlo la mayor parte de la música para iglesia. A esta en concreto le basta unos breves segundos para llevarnos hasta ese ambiente sagrado que merece respeto y atención. Frente a este escenario solemne, servimos a los designios de la melodía y nos sentimos como los más fieles peregrinos de la fe. Poco a poco conectamos con esos versos que no son otra cosa que palabra santa y, aunque no entendamos el perfecto latín, algo en esas voces con esencia de oración nos permite conectar con el poder que las envuelve y entonces hacemos nuestras esos versos de idioma antiguo y nos maravillamos de su poder.

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