El título de esta creación (Pequeña Serenata Nocturna Allegro) se asocia a la perfección con lo que hace sentir al receptor. Es una pieza que, por su rapidez y predominancia de tonalidades agudas, transmite una sensación de alegría contagiosa. De hecho, el nombre original de la pieza es Allegro Vivace, pues vivace es un término empleado en el lenguaje musical para describir una composición de tempo rápido en la ejecución de los instrumentos musicales.

Se estima que debe haber entre 132 y 160 pulsaciones por minuto. Esta medida es conocida como PPM para hacer las mediciones de ritmo en cualquier pieza. Mientras más veloz sea el toque, habrá mayor predominancia de negras dado que cada una de ellas equivale a un segundo en el tempo. De esta manera, se podría decir que Allegro está plagada de negras, aunque se utilizan otras cadencias para hacerla sonar de este modo.

La estructura de la pieza es lo que se lleva el nombre de obertura italiana en el mundo musical. Esto quiere decir que está conformada por tres tiempos claramente distinguibles que corresponden a la secuencia rápido, lento y rápido. Asimismo, el entretiempo es denominado adagio, que utiliza un tempo más distendido de 56 a 78 negras por minuto. Este esquema es muy parecido al del concierto clásico que la mayoría conoce.

Gracias a la forma en la que fue diseñada, esta composición da un descanso al paroxismo de la alegría con la que nos introducen en el tema. Los adagios conducen a una suerte de entreacto necesario para hacer respirar la obra. En consecuencia, pareciese que estamos presenciando una obra de teatro que inicia con contundencia, luego pasa a un desarrollo con más detalle y tensión, para luego terminar a partir de una melodía feliz.

En Allegro también hay presencia de florituras, un hábito de los compositores vieneses, como Mozart. Este se agrega a manera de improvisación para conferirle un ornamento extra a los tonos que se muestran en la partitura. La palabra floritura deriva de un vocablo italiano que significa adorno, por lo que se trata de un elemento extra. De aquí que transfiera la impresión de estar ante un sonido muy elaborado.

En conclusión, retomar a un músico clásico nos ha dado unas lecciones de teoría imprescindibles para llegar a una mejor comprensión de este abstracto universo. Nos recuerda la complejidad que puede albergar, no solo las obras de los grandes maestros, sino muchas de las piezas que escuchamos diariamente.

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Sin lugar a dudas, es una de sus composiciones mejor acabadas. Demuestra una maestría solemne y una calidad muy depurada. Consiste en un rondo de piano para orquesta en D mayor. Originalmente, tenía como objetivo ser parte del final del Concerto N° 5 en D mayor, pero adquirió otros matices en su producción.

Se compuso en 1782. Es una de sus creaciones de juventud, cuando solo tenía 18 años. El objetivo es crear una serie de variaciones de sonido que funcionasen como respuestas a las sonatas de la época, las cuales se caracterizaban por ser complejas y alambicadas. De algún modo, es un toque de creatividad individual que utilizó para hacerse con el favor de las cortes de su época y ganar popularidad.

La instrumentación del Rondo tiene, básicamente, casi los mismos acompañamientos instrumentales que el Concerto N° 5, sin mayores variaciones. Se concentra, hegemónicamente, en la composición a base de los sonidos del piano. Asimismo, lo acompañan los oboes, cuernos, instrumentos de viento. Es una tonada que se presta a la alternabilidad a raíz de su original carácter disruptivo, propio de la conducta musical de Mozart.

Uno de los aspectos más importantes a destacar, el cual la crítica ha hecho mucho hincapié, es que no se trata, solamente, de un rondo. En realidad, guarda muy poca relación con este estilo. Tiene ciertos comportamientos que le dan una nueva dimensión. Por ejemplo, se introduce el allegro en su composición, el mismo consiste en un ritmo más rápido que le da dinamismo y energía. Permite que se introduzca en las partituras velocidades de 120 a 160 negras por minuto. Por lo tanto, con esta variación adquiere un ritmo que, si se quiere, pertenece a un nuevo ámbito de la música de su género.

También se le suele llamar allegretto grazioso al modo itálico. Quiere decir que introduce cambios de algún modo abruptos. Este ritmo se ve interrumpido al final por una cadencia que apuesta al adagio, que es una variación más lenta y pausada.

Es una pieza extensa de 10 minutos, como casi todos los toques de orquestas, que no deja que se escape nada. Tiene una genialidad intrínseca propia del compositor. Leemos en Mozart un entusiasta de la música, que coquetea con la dramaturgia, la ópera y la rebeldía de la literatura. Esta pieza es más que solo un ejemplo de música clásica austríaca, es el resultado de variaciones y cambios musicales que dieron un giro creativo a la composición de su época.

Las alternaciones de sonidos y ritmos es algo que sorprende al oído. Al mismo tiempo, causa placer y gusto para aquellos que escuchan. Invita a pensar, a asumir una actitud contemplativa e introspectiva de la realidad. Sin lugar a dudas, es una genialidad de composición.

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