Hay títulos que guardan una conexión sublime con el contenido de su melodía. Restos tiernos es, sin duda, un nombre perfecto para el sonido de ese piano guiado por los ágiles dedos de Myuu, quien no duda un instante en convertir sus movimientos en sonidos suaves, profundamente vulnerables y nostálgicos. Myuu logra su propósito. Este es un auténtico paseo por algo íntimo que no se alcanza a poner en palabras; algo indescifrablemente hermoso que nos sumerge en la profundidad de sus emociones y nos obliga a ser testigos mudos de ese mundo que va componiendo, de esos recuerdos del ayer, de esas huellas invisibles que se llevan en el alma y en la piel.

Restos tiernos es, sin duda, una obra preciosa, un canto al ayer, a las heridas, a la felicidad que duele, a la tristeza que sana. Es una melodía (no es musica sin copyright) que invita, desde los primeros segundos, no a ser escuchada, sino a ser padecida. Su propuesta no espera respuesta: los arpegios del piano se clavan en nosotros y nos hacen sentir algo nuevo y diferente; algo que no parece nuestro pero, en el fondo, lo sentimos demasiado cercano. Al escuchar cada nota, algo ruge en nuestro interior e inevitablemente las emociones afloran sin piedad. Nos desvestimos de todos los egos y lo hacemos con gusto. ¡Este sonido lo vale! Cada segundo nos limpia el alma, nos conecta con la meditación y nos brinda la oportunidad de sonreírle a nuestros propios tormentos.

Muchos de los grandes compositores de piano logran generar este estado en sus oyentes. Myuu puede estar orgulloso, me ha sorprendido genuinamente y su melodía me ha conmovido. Restos tiernos tiene algo trascendente, algo que sin duda llevaré conmigo de ahora en adelante y estoy seguro de que, sin importar en donde esté, con tan solo sumergirme en su melodía aparecerán todos los colores, sentimientos, anhelos y recuerdos que esconde mi alma.