En esta oportunidad quiero presentarte una canción que me ha acompañado a lo largo de mi vida. Es bálsamo y catalizador de la tristeza; la inspira con la misma fuerza que la retiene; la llama al mismo tiempo que la aleja. Tristesse es así, atípica, incluso para un compositor tan grande como lo fue Chopin. Su melodía es un canto desesperado y lento que explota y regresa, que va y viene, que sube y baja, como las emociones. Es inesperado, sorpresivo y violento. Es rabia y depresión. Es fuego que arrasa y devora lo que toca, y al mismo tiempo es mar que limpia y en su eterno vaivén nos sana. En suma, es un relato melódico de aquello que sacude el ánimo; un poema sinfónico que, para su creador, narraba la tristeza de su patria perdida, a la que nunca podría regresar y que, para nosotros, las humildes almas perdidas, tiene el sonido exacto de aquello que más nos duele y lastima por dentro.
No es un elogio vacío decir que la composición de Tristesse captura como muy pocas melodías el sonido más puro de la tristeza. Sus notas son desgarradoramente suaves, obstinadamente tristes. Al escucharlas la boca nos sabe a nostalgia, la melancolía adquiere forma y color, el mundo palidece y todo sonido externo muere para permitir que ruja el piano y nos narre la historia que cada uno de nosotros vertemos en esta obra.
Lo que escuchamos forma parte de una creación disruptiva por parte de Chopin, pues esta es una de las pocas obras cuya estructura se compone en un fraseo melódico, repleto de interpretación y no el tempo perfecto y técnico que exigía la época. De hecho, esta obra tiene una dificultad extraordinaria y no tiene una sola forma correcta de tocarse. Las pausas, las variaciones, los sonidos acelerados, los cambios impredecibles, todos elementos que responden más a los sentimientos desbocados del compositor que a una creación pensada y técnica. No hay dos interpretaciones que suenen igual. Es imposible tocar esta pieza sin volcar en ella los propios sentimientos. Al escucharla entendemos exactamente lo que desea transmitir, sus matices y pasiones se cuelan por nuestra piel y le da vida a nuestro propio sufrimiento.
No obstante, lejos de ser parte de un acto masoquista, en el cual el oyente pudiese incurrir al buscar un sonido que lo victimice y le haga resignarse a lamerse las heridas, esta canción es la puerta para aceptar el dolor. Con cada nota somos conscientes de lo que sentimos, cómo nos duele y hasta qué punto padecemos el ardor de esas heridas. Pero también algo en nosotros cambia, se genera una profunda reflexión, aceptamos las frustraciones, liberamos aquello que está atascado en nosotros, nos desprendemos de los temores y las dudas hasta convertirlas en algo con lo que podemos lidiar, algo totalmente diferente.
Por todo ello, esta grandiosa obra merece uno de los grandes puestos en cualquier playlist o biblioteca musical. La variación de su sonido y la historia que creamos al escucharla es el motor que nos enciende y mueve hacia el cambio. Su sonido es único, indescriptible, adictivo y más que capaz de transportarnos a la definición más exacta de la tristeza.
Si luego de escuchar esta canción algo en ti cambió por completo, si hay una fibra de tu ser que encontró luz o reconoció su propia oscuridad, por favor, descarga gratis en mp3 esta obra. Recurre a ella tantas veces como te sea necesaria y te aseguro que jamás te fallará.
No olvides que puedes dejarnos en los comentarios tu experiencia con esta canción y compartirnos aquello que te transmite o la interpretación que le asignas a su melodía. Sigue con nosotros en lamusicagratis.com y descubre las historias que esconden esos sonidos y armonías que cuentan historias y, a veces, también sirven para que nosotros podamos reflejar en ellas un poco de las nuestras.
Marco Gac –
Solamente, gracias por la música