Seguramente alguna vez has visto una película o leído algún libro cuyo ambiente sea el de una sociedad dura, un tanto oscura, repleta de vicios y de ciudadanos con honor y lealtad cuestionable. Si tal material estuviese frente a nosotros, Meydan sería, tal vez, el nombre de esa ciudad o, cuanto menos, el soundtrack de ella. Esta pieza se pasea por los sonidos más toscos y los contrasta con melodías suaves. Su progresión es sintética, lineal, un recorrido de luces de neón que nos pasea por los rincones de la metrópolis a buena velocidad.

Como instrumental pretende ser un tanto minimalista. Con pocos recursos y elementos mantiene un hilo conductor que nos eleva hasta los rascacielos de la urbe y nos sumerge en los fosos más oscuros de sus calles. Avanzamos casi sin darnos cuenta, como si estuviésemos de copilotos en un automóvil cuya única misión es darnos un tour por los rincones más sombríos y extravagantes.

Por otra parte, Meydan respira y se alimenta de cierta aura de ciencia ficción. Quizás sin pretenderlo, se mueve entre escenarios polifacéticos, descoloridos y reproducidos exclusivamente para hacernos sentir parte de una realidad alterna, diferente, llamativa. Esto se percibe claramente luego de escuchar unos segundos. Hay algo en nuestro alrededor que va cambiando, algo que no se advierte pero de forma inconexa nos hace pensar en un mundo futurista. A nuestra imaginación la asalta imágenes constates de androides, tecnología avanzada y una metrópolis que brilla artificialmente pero que está cubierta de podredumbre, miseria, dificultad y, sobre todo, esperanza.

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