Hoy te quiero compartir una melodía capaz de pasearte por una variedad de emociones y sentimientos que solo la música clascia puede describir. En principio, esta obra lleva por título “Sinfonía del Nuevo Mundo”, cosa que, en ocasiones, se presta a confusiones no por lo que transmite sino, más bien, por la intención de su autor, Antonín Dvořák. El título original, en realidad, es Desde el Nuevo Mundo, pues esto refleja la intención de Dvořák, la cual no era otra que transmitir al resto de la civilización —su civilización—, el poderoso sonido que emanaba esa nueva sociedad que estaba naciendo ante sus ojos.

Quizás, en principio, más que transmitir el nacimiento, quería capturar las emociones y los sentimientos que para él significaba ese acercamiento a un mundo desconocido. Es por ello que al desentrañar las raíces de esta composición encontramos esa variedad de cambios, contracciones, respuestas entre instrumentos y un sinfín de sonidos que nos acercan, a veces de forma épica, otras como los pasos discretos del niño que está por descubrir algo mágico, a una realidad novedosa, la realidad de un mundo totalmente nuevo.

Allí, en el tema del descubrimiento y de las cosas que surgen se encuentra el leitmotive de esta canción. Precisamente todos los instrumentos de esta sinfonía giran alrededor de ello. Por esta razón, Dvořák encontró un gran aliado en la sección de viento metal y madera —en la que resaltan clarinetes, oboes y flautas—, para enmarcar las melodías principales y sus matices. Mientras que, por otra parte, la sección de cuerda complementaban y agregaban un molde rítmico en el que estos instrumentos podían brillar.

Asimismo, la percusión juega un papel fundamental, pues otorga énfasis a los cambios y a las transiciones melódicas que genera constantemente esta melodía, especialmente en sus movimientos acelerados y crecientes. En ellos todos los instrumentos tienen su espacio y son convocados para prestar su voz al servicio de la composición, y eso se traduce en la voz del descubrimiento, la voz de lo novedoso, de la aventura, en suma, la voz de un mundo percibido por los ojos de Dvořák y que es presentado para nosotros de la forma más hermosa posible: a través de la música.

Si has disfrutado de esta composición tanto como este humilde servidor al descubrirla y analizarla, por favor, déjanos un comentario.