Recuerdos no va con rodeos. Le basta unos breves segundos para introducirnos en esa atmósfera sutil, suave, desvestida de pretensiones pero que esconde una fórmula mágica para desconectarnos de la realidad y llevarnos hacia un lugar diferente. Su sonido nos invita a mover el cuerpo, a sentir su ritmo, a conectarnos con nuestras emociones y pensamientos. Al escucharla seguimos un compás constante que parece emular el latido del corazón. Por eso, de forma inconsciente, seguimos esas pulsaciones del bombo mientras los suaves acordes de la guitarra acompañan el trayecto hasta crear un ambiente de calma y chillout.

Así, sobre este ambiente pacífico, ligero y agradable, una voz preciosa nos maravilla. Se mezcla con soltura y tranquilidad. Su tono es profundo y distintivo, un timbre perfecto que dice las palabras correctas y se introduce en el momento adecuado de la canción. Recuerda mucho a las mejores obras de la electrónica, esas que nos hacen sentir libres, conectados con el momento que experimentamos y con cada una de esas sensaciones que despierta la mezcla de sonidos en nuestra imaginación.

Atch sabe hacer muy bien su trabajo. Nada es fortuito. Conoce muy bien cada estímulo, pausa y cambio que introduce. En esta melodía hace un despliegue genuino de sus habilidades. Gracias a ello, esas pequeñas cápsulas de sentimientos, que encontramos en su composición, surten efecto rápido, quizás demasiado rápido. En unos pocos minutos ya bailamos con el viento, mantenemos los ojos cerrados y nos adueñamos de su melodía. Decididamente Recuerdos es nuestra y lo es porque así lo ha decidido su compositor. La suya es una creación pensada para que el oyente se reconecte con la magia del ayer y la reviva con aires de melancolía, relajación y alegría en esta realidad, en este presente, en este tiempo que es enteramente nuestro.

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