Hoy hablaremos de una composición que ha logrado combatir el olvido del tiempo y ha llegado hasta nosotros como un sonido cuya ternura desbordante y gracia exquisita ha sido encarnada, naturalmente, bajo la connotación histórica que encierra la palabra vals. Cuatro letras que han trascendido más allá de las fronteras hasta convertirse en himnos ceremoniales.

Lo que escuchamos es, probablemente, una de las principales obras de Strauss, un compositor que creó más de 400 vals pero que, en medio del azorado ánimo de  la posguerra —en la que el Imperio Austriaco sufrió una derrota por parte de Prusia en el año 1866—, tuvo la oportunidad de componer por encargo una pieza que ayudase a mejorar el ánimo de los ciudadanos. ¡Y vaya que lo logró! Ese encargo supuso una de las más célebres piezas del vals de su tierra bautizado con el nombre de El Danubio Azul.

Esta melodía, que hechiza y hace levitar a las parejas en una danza prodigiosa y repleta de movimientos elegantes y sueltos, tuvo inicios polémicos pero logró convertirse en una de las obras más aplaudidas de Johann Strauss. Su sonido navegó por toda Europa y cautivó salones, palacios y cortes; todo ello gracias a su dominio y habilidad para seducir al oyente a través de la fusión de instrumentos de cuerda pulsada y de metal.

El Danubio Azul no es un simple vals, su estructura sigue los estándares del vals vienés y marcan un tempo de pasos rápidos, —aunque también existen lentos—, que tienen por código internacional el enlace de la pareja en todo momento: nunca se sueltan mientras se desplazan en los salones, envueltos por halos de colores, inocencia y ternura producidos por el violín, quien es cabeza y protagonista de la pieza. No obstante, el chelo y el resto de instrumentos de viento y metal también otorgan -durante cada minuto-, una profundidad sostenida e integrada principalmente por la fuerza y la diversidad de los instrumentos que convergen en este vals.

Al mismo tiempo, si bien es cierto que el violín es el líder de la pieza y marca la dirección en la que se mueve esta sutil danza, las flautas aparecen como notas superiores, entremezcladas por los espacios que deja el violín y el chelo, y cuyo sonido genera un contraste dulce y agradable. Por otra parte, es necesario mencionar a los instrumentos de metal, como es el caso del trombón y demás componentes, quienes se mantienen en escalas que a veces pasan desapercibidas pero enriquecen al conjunto de la misma forma en la que lo hace las contadas pero útiles intervenciones de la percusión

Al sumar todos estos instrumentos obtenemos una paz que nos conjura, nos derrite y nos hace partícipe de un evento solemne en el que nuestro cuerpo flota sujeto a la pareja, como dos almas enlazadas en una misma voluntad, a la luz de las lámparas, la luna o las estrellas.

Aquellos que han tenido la oportunidad de bailar este tipo de piezas sabrán que es una sensación extraordinaria. Los giros, pasos y movimientos detienen el tiempo y transforman los segundos en una eternidad fascinante. Danzar al compás de esta melodía no posee demasiada complejidad, puesto que sus movimientos, al menos los básicos, son fáciles de aprender. Por todo ello, este tipo de bailes son gratificantes y se disfrutan, con suerte, en los momentos más importantes o ceremoniales de nuestras vidas.

Por todo ello, el Danubio Azul es una de las creaciones más importantes de la música clásica y representa el testimonio de una época que aún sigue conservada en nuestra cultura. Si te interesa esta pieza o alguna otra melodía clásica, recuerda que puedes seguir con nosotros y descargar música gratis en mp3 para disfrutarla con tranquilidad en cualquier momento.

No olvides dejarnos en los comentarios si alguna vez has tenido la posibilidad de bailar esta obra o algún otro vals. ¡Queremos saber tu experiencia!