La creación de Clone Me Twice está pintada con los colores del invierno. De alguna forma nos presenta un ambiente frío bañado en cenizas en el cual nos adentramos sin saber cómo ni por qué. Sin embargo, esa atmósfera no nos congela ni nos paraliza: todo lo contrario. Mientras avanza la melodía nos sentimos poseedores de un arma maestra, de una ventaja inesperada, de un suspiro de vida que nos permite continuar en medio de la adversidad.

Lo logra de forma muy creativa. La melodía suena profunda y dibuja un panorama agridulce y melancólico. Las notas de la guitarra suben y bajan en tonalidades tristes. Los sonidos de los violines se entremezclan y constantes incursiones de efectos de estudio van edificando una estructura que asciende. Su avance es acelerado, intenta mostrarnos que nos acercamos a algo grandioso, a un momento de absoluto éxtasis, a un clímax que se ve interrumpido solo para dar paso a una nueva fuerza. Un último impulso melódico que desemboca en lo inesperado, en ese golpe electrónico que retumba por doquier y desentona con lo que veníamos escuchando pero se traduce en una verdadera inyección de energía.

Justo en el segundo minuto, tras una pausa breve, la melodía cambia. Ya no avanzamos, ahora esquivamos, nos movemos con agilidad, somos personas totalmente distintas a quienes éramos hace unos instantes. Lo sentimos todo en nuestros pasos, sensaciones y en esa increíble plenitud que nos genera cada elemento de esta creación.

Por todo ello, esta es una composición creativa y muy interesante. Pasa de ser música relajante a una auténtica pieza que nos motiva a luchar y a creer en nosotros mismos. Como oyentes la sentimos demasiado cerca de nosotros y eso es lo que la convierte en un perfecto acompañante para los días difíciles o los momentos en donde una buena dosis de energía y meditación son justo lo que necesitas.