Está comprobado por la ciencia: ¡nadie puede resistirse al sonido de un saxofón!, especialmente si éste es tocado con la destreza propia del que desea seducir y envolver a su oyente en un mundo de colores y melodías embriagantes. Esto es algo que Extenz entiende muy bien, por eso en Island ha volcado todo su talento en crear una atmósfera lounge con ese sabor a verano playero que se introduce en nuestra mente y nos obliga a bailar con los ojos cerrados, mientras las notas frescas del instrumental nos hacen levitar.

Al escucharlo, sabemos que este es nuestro momento y nadie va a poder quitárnoslo. Somos lo único que importa durante estos breves minutos y así lo entendemos. No hay nada más valioso y aquí es donde radica el principal atractivo de esta gran pieza, justo en hacernos los protagonistas de su mood, en volvernos cómplices de esa marcha musical, la misma que va sonorizando nuestra realidad entre compases sin siquiera invitarnos, simplemente a través de un sonido natural que transmite buenas vibraciones y un sosiego absoluto.

Es precisamente aquí donde más acierta Island, pues nos hace sentir algo que nace desde adentro y nos hechiza permanentemente. Así, de manera inexplicable, le guardamos un genuino afecto a su sonido, tal vez porque nos ronda desde la distancia con la única intención de invitarnos a disfrutar de este breve tiempo que se escapa, de esta dulce oportunidad que tenemos ante nosotros y rápidamente se convierte en algo fascinante al escuchar el conjunto de sus instrumentos.

Aunque más que instrumentos, a Island le basta una base de percusión muy ligera y rítmica para convencernos de su calidad. Naturalmente este sonido homogéneo tiene muchas características de la música relajante, pero en este caso se diferencia de ella al generar un ambiente sosegado que invita la chillout y al disfrute protagónico. Por eso, al sintonizarnos con su ritmo, no reflexionamos ni viajamos por el mundo de la introspección, sino, más bien, deseamos movernos, correr, mirar la puesta de sol y respirar ese delicioso aroma de la libertad, la vida y la juventud.

Por supuesto, nada de esto se lograría sin el saxofón, el verdadero protagonista de esta pieza. A pesar de que sus notas son repetitivas y solo dispone de un conjunto de variaciones que se van intercalando a lo largo las pausas y los silencios de la percusión, este instrumento lo es todo. Con sus juegos melódicos es capaz de hablarnos y relatarnos la historia de un mundo luminoso que estamos encantados de recorrer a su lado, siempre amparados por esa vitalidad y cercanía que nos genera escuchar esa melodía que parece ideal para bailar en la playa, el cuarto, la calle o cualquier lugar en el que nos topemos con el sabor de su ritmo.

Así, da igual dónde nos encontremos, Island se nos introduce en la cabeza y ya no hay nada que podamos hacer. De hecho, no deseamos que sea de otra manera. Nos encanta estar a merced de su encanto, viviendo al máximo lo que tiene para obsequiarnos en cada compás y disfrutando de un bocado del verano en nuestros auriculares.

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